La incoherencia del sistema educativo respecto a las nuevas tecnologías y el futuro de nuestros hijos marca la diferencia entre la prosperidad o continuar en el desastre de una crisis sin fin.
Si tenemos en cuenta que los alumnos en las escuelas utilizan menos de una vez por semana las nuevas tecnologías, estamos frente a un severo problema en la enseñanza y la educación fuera de casa.
Y si valoramos qué les aporta la tecnología enseguida responderemos que les beneficiará en el mundo que actualmente vivimos.
Por lo tanto el fracaso es cantado con el poco material tecnológico con el que se cuenta en las aulas, además de tiempo insuficiente para su aprendizaje y por supuesto para la integración de todos los dispositivos existentes y sus funcionalidades que no son pocas.
Absurdo es que existiendo la posibilidad de la «mochila digital», aún los niños tengan que ir cargando con kilos de peso a su espalda y usando papel (poco sostenible), demostrando que quedamos completamente a la cola de poder ser competitivos en un futuro incierto donde la innovación y el desarrollo dependerá (ya depende) de las nuevas tecnologías.
Los niños de hoy en día son nativos, conocen perfectamente el funcionamiento de todos los dispositivos, hay que darles las posibilidades para que se puedan desarrollar. Para ello necesitan el acompañamiento de familias y educadores suficientemente preparados para estas tareas. No quiere decir que los maestros sean unos cracks, pero si personas que les guie en su proceso de aprendizaje y buen uso de Internet.
Si seguimos esperando a que nuestros hijos sean mayores para hacer uso de Internet, estaremos fracasando socialmente y por supuesto llevando al precipicio sus posibilidades de competir estando formados en aquello que realmente necesitan.
Para que decir del gasto inútil de los libros de texto, negocio para unos y fracaso para el resto, tanto los que tienen que desenbolsar cifras importantes para una enseñanza que no les va a servir para nada.